El rey de la selva

Un numeroso grupo de animales se había reunido con la intención de derrocar al rey de la selva. En aquel mar de cabezas, no se divisaba ningún felino, esto, porque no habían sido invitados. Ya nadie los quería ver en el trono.

En un rincón se habían acomodado el búho, el águila, el avestruz, el pato y la cigüeña. Enfrente de estos se veía al murciélago, al camaleón y a otras lagartijas. Más atrás estaba el antílope, el venado, el hipopótamo, el elefante, el chacal y los perros salvajes. Por ahí estaba el cocodrilo bastante cerca del oso y del pangolín. En otro lado estaba el mono, el gorila, el chimpancé, el orangután y otros parientes bulliciosos. El zorro parecía bromear con la liebre, el conejo, la ardilla, el topo, la cascabel, la boa, la cobra y la tortuga. Atrás de ellos había muchas serpientes y culebras que parecían escuchar desconfiadas las conversaciones ajenas. Había muchos animales, unos en grupos y otros solitarios.

Al comenzar la reunión se nombraron al búho, al chacal y al conejo, como coordinadores y los tres prepararon un documento donde constaba no solo la perezosa vida del Rey León, sino sus delirios de grandeza y su crueldad hacia las crías de otros leones.

Al llegar la hora de proponer candidatos, muchas patas, alas y colas se elevaron al unísono. Había un poderoso candidato en el lado izquierdo, otro en l derecho, tres en el centro, uno arriba y otro que estando en la parte más baja apenas se veía.

–          Yo seré el  rey porque soy el más grande –vociferó el elefante.

–          Falso  – protestó la jirafa. – Si hablamos del más grande a mi me toca ese honor.

–          Lo siento amigos míos – gritó el águila. – Si hablamos de altura no me vengan con cuentos, pues yo alcanzo zonas del firmamento que ustedes nunca soñaron. En todo caso, el  asunto no tiene que ver con la altura, sino con la belleza. Solo observen mi plumaje, mi forma aerodinámica y la profundidad de mi mirada y comprenderán que yo soy el indicado.

–          Ja ja ja – se rió la bamba negra. – Aquí no se trata de altura ni de belleza, sino de poder y en esto nadie iguala mi veneno.

De pronto ya no se oía nada porque casi todos hablaban al mismo tiempo explicando sus proezas y sus características fenomenales. El conejo golpeaba la mesa para pedir silencio pero nadie le hacía caso. Aquel barullo continuó por un par de horas luego de las cuales un silencio sepulcral se apoderó de la reunión.

–          Por fin hay silencio – se lamentó el conejo. – Habíamos dicho al comenzar la reunión, que nadie se podía proponer a sí mismo. Dijimos que dejaríamos de lado la politiquería y que votaríamos por un rey que fuera adecuado para todos nosotros. Así que por favor, propongamos algunos candidatos.

–          Yo propongo al gorila – gritó el orangután.

–          El buitre – dijo el pato.

–          El camaleón –gritaron las lagartijas.

–          Ya veo que ustedes no prestaron atención al documento que leímos al principio –se quejó el búho.  – Les recuerdo que no se pueden proponer candidatos de la misma especie o parentela.

–          Siendo así  – exclamó el elefante – yo propongo al antílope.

–          Quiero al cocodrilo – se oyó la voz del mapache.

–          Mejor la ardilla – dijo la tortuga.

Se armó otro relajo parecido al anterior. Este tampoco pudo ser controlado por los coordinadores, por lo que se perdió otra hora hasta que volvió a reinar el silencio. En eso, el rinoceronte pidió la palabra y dijo:

–          Yo propongo que nombremos como rey, al animal que nos está extinguiendo. Posiblemente eso hará que deje de matarnos y se preocupe por nosotros. Así que repito por si alguien no escuchó. Yo propongo al hombre como nuestro nuevo rey. Quizás eso nos ayude a vivir en paz.

Al principio todo fue burla y sonrisas maliciosas, pero después de una larga, acalorada y muy explicativa discusión, se aprobó la proposición. Y así, ya nombrado el nuevo rey, había que elegir a tres animales que fueran a comunicarle el acuerdo. La comisión fue integrada por el conejo, el lobo y el pato, a quienes se instruyó adecuadamente para realizar esta tarea y se les pidió que fueran a buscarlo lo antes posible.

Llegó la fecha de la reunión para escuchar el informe de la comisión, pero los tres encargados no aparecieron. Alguien sugirió darles otros días de espera.

Pasó otro mes, y nada se supo, por lo que decidieron nombrar otra comisión. Esta vez se eligió al antílope, al mapache y a la cascabel. Dos días después de haber sido nombrada, la comisión tomó camino hacia la hacienda del hombre.

Esta nueva comisión no imaginaba que le pasaría lo mismo que a la anterior. La verdad es que siempre había ocurrido así. Aquel animal que caminaba en dos patas los había visto venir y sin permitirles hablar, les disparó, matándolos instantáneamente.

Esta actitud del hombre hacia el mundo animal, debe cambiar, porque la destrucción del reino animal implica la destrucción de él mismo.

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